sábado, 5 de septiembre de 2015

Un caos lúcido, un caos de ventanas abiertas. Una confusión de vértigos claros donde la incandescencia se construye con el movimiento total de la ruptura. Viajar por las líneas que se quiebran a cada instante y rodar como un émbolo sin guía hacia los núcleos aleatorios de las cancelaciones primigenias. Tocar las vértebras sin eje, los círculos sin centro, las particiones sin unidad, los choques sin contacto, las caídas sin escuadra, los pensamientos sin quien piense, los hombres sin más rostro que su dolor. Y recoger allí la ley de lo casual, la norma de lo imposible: cada forma es un borde cortante del caos, un ángulo perplejo de sus ojos abiertos, los únicos abiertos. Porque el caos es la tregua de la nada, la lucidez sin compromiso, la intersección aguda de un espacio sin interés por los objetos y de un tiempo pensante. -Roberto Juarroz-